La noche era fría y estaba hambriento, agotado, temblando, sin suficiente ropa.
Estaba sentado en las afueras del pueblo, bajo un árbol. Sus discípulos estaban
sentados allí muy deprimidos, muy tristes e incluso enojados.
Y entonces empezó a rezar diciendo a Dios:
“¡Eres maravilloso! Siempre me das todo lo que necesito”.
Esto fue demasiado. Un discípulo le dijo:
“Espera, ahora
estás yendo demasiado lejos, especialmente esta noche. Estas palabras son
falsas. Estamos hambrientos, cansados, sin abrigo y nos espera una fría noche. Hay
animales salvajes por todos lados, hemos sido rechazados por la gente del
pueblo, estamos sin refugio. ¿Por qué le estás dando gracias a Dios? ¿Qué
quieres decir cuando dices: “Siempre me has dado lo que necesito”?
El místico dijo:
“Sí, y lo repito otra vez: Dios me da todo lo que necesito. Esta noche necesito pobreza, esta noche necesito ser rechazado, esta noche necesito tener hambre, estar en peligro. De otra manera ¿por qué me estaría dando? Debe ser que lo necesito. Es lo que necesito y tengo que estar agradecido. ¡El cuida tan bien de mis necesidades! ¡Es realmente maravilloso!”